martes, 7 de julio de 2015

EMOCIONES, ESTADOS DE ANIMO E INTELIGENCIA EMOCIONAL. GENyo*

LAS COSAS COMO SON

Emociones, Estados de Ánimo e Inteligencia Emocional

Por Miriam Rocha Díaz



El modo en que nos sentimos no es azaroso, sino que responde a una serie de factores personales y del contexto que influyen y explican esa manera subjetiva de encontrarnos. Todo nuestro comportamiento, incluyendo la manera de sentirnos, reaccionar, actuar y pensar, es producto de nuestra interacción con el entorno, es decir no actuamos, sentimos o pensamos en el vacío, sino en respuesta a un ambiente en el que nos desenvolvemos, con el que participamos, y que por tanto, nos presenta situaciones y experiencias que no nos dejan indiferentes: interpretamos los hechos, nos emocionamos y actuamos ante ellos, y lo hacemos de un modo diferente según la persona.

Las respuestas emocionales y los estados de ánimo son resultado de nuestras vivencias cotidianas, pero aunque no lo creamos, nosotros jugamos un papel muy activo en la génesis de dichos estados emocionales, tanto los positivos como los negativos. ¡¡Esto es una buenísima noticia!! pues quiere decir que podemos tener cierto grado de control sobre ellos, es decir, podemos hacer cosas tanto para favorecer los estados de ánimo positivos, como para reducir o eliminar los estados emocionales negativos.

Qué son las emociones y los estados de ánimo

Una emoción es un modo subjetivo de sentirnos ante un hecho, situación o estímulo concreto. Tiene una duración limitada en el tiempo. Cuando estos estados emocionales se prolongan más en el tiempo (horas, días, temporadas…), hablamos de “Estado Anímico”. Para simplificar, los podemos clasificar en “Positivos” (Cuando la experiencia subjetiva es agradable, satisfactoria, relajante, placentera) y “Negativos” (La experiencia subjetiva es de malestar, sufrimiento, tensión, desagrado).

Cuál es el origen de nuestras emociones y estados de ánimo

Los estados de ánimo surgen como respuesta a nuestras experiencias con el entorno (las situaciones cotidianas, noticias recibidas, la actuación de las personas con las que nos relacionamos, las consecuencias de lo que nosotros mismos hacemos…), y pueden estar influidos por otras variables: La hora del día, el clima, la época del año, la alimentación, nuestro estado de salud, la calidad del sueño, el nivel de energía-cansancio. Éstas son variables que pueden ejercer algún efecto en nosotros.

Hay pocas vivencias cotidianas que nos generen una respuesta emocional neutra; suelen provocar en nosotros respuestas emocionales muy diversas, acordes con la situación (o con nuestro modo de interpretar la situación): Enfado, asco, sorpresa, relajación, alegría, tensión, ilusión, impaciencia… Y todos los matices y definiciones que cada persona pueda hacer.

La respuesta emocional es subjetiva, propia de cada persona

La respuesta emocional de cada persona ante un mismo hecho es muy subjetiva, pues depende de varios componentes: la respuesta fisiológica (ej. tensión muscular, presión en el pecho, “mariposas en el estómago”…), el componente cognitivo (la manera de interpretar los hechos y nuestras propias reacciones ante los hechos) y el componente motor (una determinada manera de actuar ante esos hechos). Según esto, nuestros estados emocionales o anímicos pueden reflejarse a través de lo que hacemos y decimos, a través de nuestro lenguaje verbal y no verbal… una sonrisa, un rictus tenso, un comentario pesimista, una lágrima, un discurso agresivo, un exceso de actividad motora… Todos ellos nos funcionan a nosotros o al resto como señales que ayudan a comprender nuestro estado de ánimo o el del otro y a elegir el mejor comportamiento en consecuencia. Solo hay que saber detectarlos e “interpretarlos”. De ahí que se hable tanto de la famosa “Inteligencia Emocional”.

 La “Inteligencia Emocional” y sus ventajas

El concepto de Inteligencia Emocional (IE) aparece en 1990 (Salovey y Mayer) y saltó a la fama gracias Goleman y a su libro “Inteligencia Emocional” (1995).Pese al “bombo” que se le ha dado, la Inteligencia Emocional no es ninguna cualidad especial que sólo tengan unos pocos, sino que hace referencia a un conjunto de habilidades importantes a la hora de manejar adecuadamente nuestras emociones o las de otros. 

Engloban: 

1) Detección de la emoción, 
2) Comprensión de la misma (saber interpretarla), 
3) Expresión adecuada (saber comunicarla) y 
4) Actuación para su regulación (saber cuál es la mejor manera de proceder ante dicha emoción).

Todas ellas son habilidades que se pueden aprender y ejercitar tanto a nivel individual como el terreno social y ello favorecerá un comportamiento más eficaz en nuestras relaciones interpersonales y en la regulación de nuestros propios estados. Pero cuidado, saber gestionar las emociones del resto no garantiza necesariamente que seamos buenos en la hora de gestionar las propias y a la inversa.

Entre sus muchas ventajas, entender nuestras emociones y las de los otros nos librará de muchos conflictos y discusiones innecesarias (ej. Si sabemos cuándo no es un momento adecuado para hablar con alguien o para sacar cierto tema), nos permitirá apoyar mejor a aquel que lo necesite (ej. Si sabemos detectar cuando alguien necesita un poco de apoyo, una palabra bonita, un beso o simplemente alguien con quien charlar…), pero sobre todo… Nos ayudará a conocernos mejor: A conocer lo que nos afecta, de qué modo nos afecta y cómo nos comportamos cuando nos sentimos de una determinada manera. El conocimiento sobre nuestras emociones y sus causas nos permitirá ejercer un mejor control sobre ellas.

Detectar nuestras emociones y sus causas para poder modificarlas

El primer paso para comprender nuestras emociones es aprender a detectarlas y localizar qué las genera. Sólo aprendiendo a detectar cuando nos sentimos bien o mal podremos conocer también cómo volver a generar esas emociones (en caso de que sean positivas) o qué hacer para prevenirlas o modificarlas (en caso de que sean negativas). 

Para ello podemos realizar un “Autorregistro”, que busca asociar las emociones con sus antecedentes.

¡Si te interesa puedes ponerlo a prueba tu mismo(a)! 

Anota durante una semana o dos la siguiente información justo en el momento en que experimentes (o experimente tu hijo-a-) una emoción positiva o negativa:

Día/Hora
Situación (Qué ha ocurrido para que me sienta así)
Qué Pienso (Qué me digo a mi mismo en ese momento)
Qué Siento (Descripción de la emoción o sentimiento subjetivo antes ese hecho o pensamiento)
Qué Hago (Cómo actúo)

Una vez recopilada la información podremos establecer relaciones sobre los sucesos y actividades y las emociones que provocan y no sólo eso, sino que seguramente nos daríamos cuenta de que en muchas ocasiones no son tanto los sucesos en sí los que provocan cierta emoción, sino nuestra manera de interpretar los hechos, lo que nos decimos a nosotros mismos, nuestros mensajes internos.

Este es el primer paso para poner en marcha estrategias para gestionar nuestras emociones.


Miriam Rocha Díaz es psicóloga del Instituto Terapéutico de Madrid, España.



Miriam Rocha Díaz (colegiada M-24220) es licenciada en psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, donde lleva años colaborado en diversos proyectos de investigación de los departamentos de Psicología Biológica y de la Salud y de Psicología SocialHa participado en diversos congresos y es autora y revisora de varias publicaciones en revistas de psicología. Es Máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid, donde actualmente ejerce su actividad clínica desde la Modificación de Conducta.Es también profesora del Máster en Terapia de Conducta y profesora honoraria del Prácticum de la facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Su labor clínica se ha venido desarrollando como psicóloga de adultos, adolescentes y niños en centros privados, abordando diferentes problemáticas; En el pasado ha colaborado en un Centro Psiquiátrico y en un Centro de Salud Mental de la Comunidad de Madrid y ha realizado también actividades de formación.